Con paso seguro y la sonrisa como bandera, Maximino Gámez ha tejido un vínculo con Guanajuato que se palpa en cada esquina que recorre con su carrito de paletas. Desde hace décadas, este vecino del Barrio de Pastita se convirtió en un referente de la ciudad, vendiendo sus delicias heladas y contagiando alegría a su paso.
Con su característica bocina, que anuncia su llegada y sirve para saludar a sus conocidos, Maximino se ha ganado el cariño de grandes y chicos. “Ya me voy a hacer viejito aquí, ya tengo mis añitos, ya estoy viejo, y aquí mi chamba de paletero”, comenta entre risas mientras sortea el tráfico y se abre paso en las calles.
Desde la calle de Pocitos, Pueblito de Rocha, hasta el Jardín del Cantador, su presencia es un punto de encuentro para muchos. Los más pequeños son sus clientes más fieles, deleitándose con sus bolis, sándwiches de helado y paletas de sabores surtidos que ofrece con entusiasmo. “Me compran de sándwich, rompope bolis. Tengo todo surtido, tengo paletita de chocolate, tengo boli de vainilla, tengo sándwich, tengo paleta de leche”, enumera con orgullo.
Pero más allá de ser un vendedor, Maximino es reconocido por su trato amable y respetuoso con cada persona que se cruza en su camino. “Ser muy caballero, ser amable con mis clientes, tratar bien a los clientes (…) Me siento a gusto porque, a mí me gusta respetar, me gusta respetar a los amigos, a las amigas y a los clientes que yo tengo”, explica, revelando así el secreto de su popularidad.
A pesar de los desafíos físicos, como el dolor en las piernas que arrastra desde su juventud debido a un accidente, Maximino sigue adelante con una determinación encomiable. Su mensaje es claro: el trabajo honesto es la clave para salir adelante. “Hay gente que anda robando y todo (…) que se pongan a trabajar. Aquí andamos trabajando gracias a Dios, yo estoy mal de mi pie y aquí ando calando mi carrito de paletas”, enfatiza con convicción.
El fruto de su labor no solo le permite apoyar su hogar y cubrir sus necesidades, sino también brindar cariño a una niña especial en su vida. Aunque soltero, tiene una conexión entrañable con una niña a quien considera como su propia hija. “Me quiere mucho mi niña y yo la quiero mucho”, expresa con ternura, revelando su lado más sensible y humano.
Maximino Gámez se ha erigido como un ícono de Guanajuato capital. Su gorra, su delantal y el sonido de su bocina son ahora parte inquebrantable de la memoria colectiva de la ciudad. Un hombre que, con su sencillez y trabajo constante, ha logrado conquistar corazones y se ha convertido en un ejemplo de esfuerzo, dedicación y bondad para todos aquellos que tienen el privilegio de cruzarse con él en las calles de esta ciudad llena de historia y color.
Fuente: Periódico correo
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