En el corazón de Guanajuato, México, yace un fenómeno fascinante que cautiva tanto la curiosidad como la imaginación de quienes se aventuran a visitarlo: las momias de Guanajuato. Estas figuras preservadas son mucho más que meros vestigios de un pasado lejano; son testigos silenciosos de la historia y la cultura del siglo XIX en esta región.
Entre todas las momias que reposan en el panteón de Santa Paula, una figura se destaca, no solo por ser la más antigua, sino también por su intrigante origen y su conservación excepcional: Remigio Leroy.
Remigio Leroy, un médico francés que falleció en 1865, se convirtió involuntariamente en el primer cuerpo momificado descubierto en este lugar emblemático. Su exhumación en 1870, apenas cinco años después de su entierro, marcó el comienzo de lo que hoy conocemos como el fenómeno de las momias de Guanajuato.
El descubrimiento de Leroy fue el resultado de políticas de cementerio que exigían la remoción de restos por falta de pago en los derechos de perpetuidad. Ironías del destino, la misma situación que amenazaba con relegarlo al olvido fue la que lo catapultó a la fama a lo largo de los años.
La historia de Remigio Leroy y su extraordinario estado de conservación han generado un interés sin precedentes en torno a las momias de Guanajuato. Más allá de ser simples curiosidades macabras, estas figuras son un recordatorio tangible de la fragilidad de la vida humana y la persistencia de la memoria a lo largo del tiempo.
Al visitar las momias de Guanajuato, los viajeros no solo se sumergen en un viaje a través del tiempo, sino que también tienen la oportunidad de reflexionar sobre la historia, la mortalidad y la fascinante intersección entre la vida y la muerte que estas figuras representan.
Fuente: Estado Luz Guanajuato
